REFLEXIONES PEDAGÓGICAS

8 jun 2014

IMPORTANCIA DEL ARTE EN LA EDUCACIÓN

Diez razones por las que la educación en arte es fundamental


En el diario The Washington Post se publicó un artículo por Lisa Phillips, directora del Canada's Academy of Stage and Studio Arts dónde resalta las 10 habilidades que un niño desarrolla a través del arte. Estas van desde lo personal hasta lo laboral:

1. El arte le enseña a los niños a tener un buen juicio sobre las relaciones cualitativas. 

2. El arte le enseña a los niños que hay más de una solución para los problemas y que las preguntas pueden tener más de una respuesta. Precisamente, les enseña a ser perseverantes y buscar otras alternativas

3. A través del arte se muestran múltiples perspectivas para que los niños vean e interpreten el mundo desde varias aproximaciones

4. El arte hace vívido el hecho que los límites del lenguaje no son los límites del conocimiento. Es decir, las palabras y los números no son el límite para la educación. 

5. Por medio del arte se le enseña al estudiante que las pequeñas diferencias tienen grandes efectos tanto en la vida y en el aprendizaje


6. A través del arte el estudiante aprende que las imagines pueden convertirse en realidad al plasmarlas con el emprendimiento

7. Con el arte los niños pueden aprender a expresarse. Éstos pueden aprender a decir lo que no pueden comunicar con palabras. Cuando a un niño se le pide describir que siente frente a una obra de arte debe buscar las palabras correctas y hacer uso de sus capacidades poéticas para describir dicha sensación


8. Por medio del arte se activan las experiencias y a través de éstas comienza un proceso para que el estudiante descubra el rango de sentimientos y sensaciones que puede tener

9. Al incluir arte en el repertorio de materias de un colegio se le muestra al niño que para el adulto también es importante


10. El arte le brinda al niño la idea que la solución de problemas es diversa y depende de cada quién ya que cambian con la circunstancia y oportunidad. Ésto contribuirá a que en un futuro los niños sean profesionales con la capacidad de estar preparados para el cambio y afrontar lo inesperado. 


2 jun 2014

LOS SIETE APRENDIZAJES BÁSICOS PARA LA CONVIVENCIA SOCIAL

Los 7 aprendizajes básicos para la convivencia social son:

Aprender a no agredir al congénere. Fundamento de todo modelo de convivencia social: en el ser humano la agresividad puede convertirse en amor o en hostilidad hacia el otro. Es necesario aprender a dejar el combate sin perder la competitividad, a ser fuerte sin perder la ternura y la compasión por el otro, quien por ser diferente, puede ser mi complemento o quizá  mi opositor, pero nunca mi enemigo.
Aprender a comunicarse. Base de la autoafirmación personal y grupal: toda comunicación busca transmitir un sentido que espera ser reconocido por otros. Yo me afirmo cuando el otro me reconoce, y el otro se afirma con mi reconocimiento. Una sociedad que aprende a comunicarse de muchas maneras, siempre encuentra formas para solucionar sus conflictos pacíficamente.
Aprender a interactuar. Base de los modelos de relación social: aprender a percibirme y a percibir a los otros como personas que evolucionamos y cambiamos en las relaciones intersubjetivas, pero guiados por unas reglas básicas universales: los Derechos Humanos.
Aprender a decidir en grupo. Base de la política y de la economía: el grado de convivencia de una sociedad depende de su capacidad de concertar intereses comunes, a todos los niveles. Aprendiendo a negociar en grupo se puede alcanzar el máximo nivel de concertación, expresión del Interés General o el Bien Común.
Aprender a cuidarse. Base de los modelos de salud y seguridad social: la convivencia supone aprender a cuidar el “bien común” físico y psicológico de sí mismo y de los otros; esta es una forma de expresar el amor por la vida. Aprender a cuidarse significa también la creación de condiciones de vida adecuada para todos y todas.
Aprender a cuidar el entorno. Base de la supervivencia: aprender a vivir socialmente es ante todo, aprender a estar en el mundo; es aceptar que somos parte de la naturaleza y del universo y que no es posible herir al planeta tierra sin herirnos a nosotros mismos. Una  ética de la convivencia social supone el cuidado del lugar donde todos estamos: la biosfera.
Aprender a valorar el saber social. Base de la evolución social y cultural: el conocimiento y contacto con los legados culturales y académicos de una sociedad genera hombres y mujeres más racionales, más vinculadas a la historia y a la vida cotidiana de la sociedad y más capaces de comprender los beneficios y posibilidades de la convivencia social.

(*) Toro A., José Bernardo. 7 aprendizajes básicos para la Educación en la Convivencia Social. Educando para hacer posible la Vida y la Felicidad. Fundación Social. Bogotá 1992.



LA INTERACCIÓN Y LA PREGUNTA EN EL PROCESO EDUCATIVO

Hojitas pedagógicas 1
¿De dónde partimos en la construcción de un proceso pedagógico?
Alfredo Ramos


Introducción
Este artículo pretende realizar una reflexión sobre el punto de partida de un ejercicio pedagógico, los prejuicios de la enseñanza tradicional y de la tecnología educativa al encarar una experiencia de aula y sobre todo unas recomendaciones, que espero sean debatidas por a comunidad educativa.

El vínculo educativo
El vínculo educativo es el encuentro de dos discursos, el del estudiante y el del maestro. Carlo Federici nos dice: “Se debe presuponer que el estudiante tiene, en algún grado, un saber o un conocimiento del tema que el maestro quiere tratar, y por lo tanto la interacción maestro estudiante se debe entender como el encuentro de dos saberes o discursos, si se quiere de dos verdades, es decir un diálogo, una interlocución o, mejor, como se verá, una continua interpretación entre los portadores de la realidad educativa”.
Sin embargo en el encuentro de los dos discursos el que le toca iniciar el diálogo es al maestro y debe partir de la verdad del estudiante, “debe empezar a hablar de lo que el estudiante ya sabe, para sirviéndose de todo lo que este aporta, empujarlo más allá”, nos dice Federici.
El mismo autor nos dice: “Es así como el maestro entra en consonancia con el discurso, con el alma del estudiante, a través de las palabras de que este se sirve pero haciendo que las mismas vayan modificándose en su significado”.
Pero, ¿qué contiene el discurso del estudiante?  Los estudiantes tienen unos preconceptos, unas opiniones, un conjunto de explicaciones incoherentes, inconexas y generalmente sin lógica. Gastón Bachelard nos dice: “…la opinión, de derecho, jamás tiene razón. La opinión piensa mal: no piensa, traduce necesidades en conocimientos. Al designar a los objetos por su necesidad por su utilidad, ella se prohibe el conocerlos. Nada puede fundarse sobre la opinión, ante todo es necesario destruirla”. Pero, a pesar de lo anterior es necesario partir de esas opiniones o de esos preconceptos, y si no nunca el estudiante podrá comprender sus errores, sus vacíos, nunca dará un significado a sus conocimientos inconexos, etc. Bachelard nos lo advierte: “El pensamiento empírico es claro, inmediato, cuando ha sido bien montado el aparejo de las razones. Al volver sobre un pasado de errores, se encuentra la verdad en un verdadero estado de arrepentimiento intelectual. En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que en el espíritu mismo, obstaculiza la espiritualización”.
El maestro que ha realizado una interpretación del saber científico, que se denomina saber disciplinar, pretende que sus palabras modifiquen el significado o las opiniones de sus estudiantes y por lo tanto: “...el lenguaje del maestro debe ser una continua interpelación al estudiante si se quiere que en este se realice aquel proceso mediante el cual un cierto arreglo de los signos, y de las significaciones ya disponibles se modifique, se metamorfosee, hasta llegar a una significación nueva y establecer así en el espíritu del estudiante, como un instrumento en adelante, disponible: el discurso del maestro”.
Sin embargo, la tradición nos dice otra cosa, Bachelard nos dice al respecto en esta larga cita: “En la educación, la noción de obstáculo pedagógico es igualmente desconocida. Frecuentemente me ha chocado el hecho de que los profesores de ciencias, aún más que los otros si cabe, no comprendan que no se comprenda. Son pocos numerosos los que han sondeado la psicología del error, de la ignorancia, de la irreflexión”. Y más adelante nos dice: “Los profesores de ciencias se imaginan que el espíritu comienza como una lección, que siempre puede rehacerse una cultura perezosa repitiendo una clase, que puede hacerse comprender una demostración repitiendo punto por punto. No han reflexionado sobre el hecho de que el adolescente llega al curso de física con conocimientos empíricos ya constituidos; no se trata, pues, de adquirir una cultura experimental, sino de cambiar una cultura experimental, de derribar los obstáculos amontonados por la vida cotidiana”.
La pregunta sería: ¿Cómo lograr la movilización del estudiante?, ¿cómo transforma el universo de las opiniones o del pensamiento empírico en un nivel de significación superior, más lógico, más racional, más científico, si se quiere?. La respuesta comienza diciendo que esto es posible si el estudiante descubre que sus opiniones, sus conocimientos inconexos o su apreciación de la realidad no resuelven efectivamente la explicación a un fenómeno social o natural, es decir no resuelve preguntas claves establecidas por el maestro. Las preguntas se convierten así en una fuerza que motiva en la búsqueda de una movilización del pensamiento, en donde se  descubre que nos falta elementos para obtener una respuesta y eso obliga al estudiante a utilizar los textos o busca la compañía del maestro para empezar a construir su respuesta.
En este sentido las clases no escapan a la manera en que se construye el conocimiento científico, el ejercicio es similar; Bachelard nos dice: “Y dígase lo que se quiera, en la vida científica los problemas no se plantean por si mismos. Es precisamente este sentido del problema el que sindica el verdadero espíritu científico. Para un espíritu científico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta. Si no hubo pregunta, no puede haber conocimiento científico. Nada es espontáneo. Nada está dado. Todo se construye”.
En este sentido los maestros deben actuar como actuaría un científico, tratando que sus estudiantes resuelvan preguntas o problemáticas, y miren si su arsenal de saber les alcanza para hacerlo, y como naturalmente no pueden, incitarlos a buscar una respuesta que les permita darle un nuevo significado a la realidad. Al mismo tiempo, los maestros deben actuar de acuerdo a lo que ha sido la historia del desarrollo de su disciplina. Federici nos dice al respecto: “ En efecto las transformaciones que se realizan en el sistema de significaciones del estudiante, inducidas por las interpelaciones del maestro, deben, de cierta manera, repetir las transformaciones que en algún momento se dieron en la historia de una idea, de un concepto, de una disciplina, de una teoría, y que surgieron precisamente, por las interpelaciones entre científicos, entre sus discursos, o también, por auto interpelaciones en un científico y que jalonan, justamente, la historia de una idea, de un concepto, de una disciplina, de una teoría”.
El maestro debe hablar en su discurso, no de los resultados de una ciencia, se trata más bien que  se revivan los procesos de descubrimiento o de invención. Federico nos dice esta bella frase: “Si se logra lo anterior, en los diferentes grados del proceso educativo se logrará simultáneamente, que la ciencia haga cuerpo en la cultura (que es la manera de vivir y no de vegetar de una comunidad) y que no sea un injerto que despierte una actitud mágica o de rechazo; negativa en ambos casos en relación al proceso de constitución y conservación de la comunidad”.
Lo que se trata entonces, es que el estudiante se apropie de los procesos, de los conceptos, de los argumentos y razones que permitieron la construcción de un conocimiento y no simplemente de los resultados de la disciplina, y que por lo tanto hay que memorizar para responderle a la exigencia del maestro.
 1.Bachelard, Gaston . La formación del espíritu científico. Capítulo I.


ENTREVISTA A RODOLFO LLINÁS

"Colombia es una cenicienta que quiere ir al baile de los países desarrollados"

Rodolfo Llinás, uno de los científicos más importantes del país, critica un sistema educativo que no respeta a los niños y no les enseña lo que necesitan. 
SEMANA: Usted lleva 52 años fuera de Colombia, pero nunca ha faltado a una cumbre como la que se realizó esta semana para hablar de educación. ¿Por qué?

RODOLFO LLINÁS: Es muy sencillo, es mi patria. La recuerdo con enorme cariño. La patria es como la primera novia que uno tiene: totalmente inolvidable. 

SEMANA: ¿Y entonces por qué se fue?  

R. LL: Porque no había posibilidades en Colombia.

SEMANA: ¿Posibilidades para hacer qué?

R. LL: Para la ciencia, que era lo que yo quería hacer. 

SEMANA: ¿Y cree que hoy, 52 años después, sí hay esas posibilidades? 

R. LL: No. Hay muy pocas. Mucha de la gente que va a especializarse y regresa tiene que devolverse porque en Colombia no hay posibilidades. Otros acaban teniendo un trabajo en el que no practican lo que estudiaron y muchos terminan de políticos o haciendo otras cosas. ¿Imagínese uno de físico qué puede hacer aquí?

SEMANA: ¿Cómo lee a un país que no valora la ciencia ni a sus científicos?

R. LL: Es un país que está retrasado intelectualmente. Un país no valora la ciencia porque nadie les ha enseñado  a sus ciudadanos su valor. Y si los dirigentes no lo entienden es porque no les interesa. A muchos lo único que les importa es tener dinero, tener viejas, tener poder. 

SEMANA: Usted viene en un momento muy importante para este debate. Muchos dicen que la educación en Colombia está en crisis. ¿Qué piensa?

R. LL: Yo creo que no hay ninguna crisis. Una crisis ocurre cuando algo malo pasa. Pero cuando es crónico ya no es crisis. Es simplemente el estado triste de Colombia. Cuando hicimos la reunión de los sabios yo dije: “Colombia es una Cenicienta que quisiera ir al baile de los países desarrollados”. 

SEMANA: ¿Qué quería decir con eso?

R. LL: Cualquier otro grupo humano daría lo que fuera por tener la tierra colombiana. ¿Se imagina? Con dos océanos, con agua dulce, con todo prácticamente… La vida en Colombia es demasiado fácil. No hay invierno, la gente no se muere de desnutrición. Hay una frase en inglés que describe eso “Suchislife in thetropics” (“Así es la vida en el Trópico”). Por eso yo siempre he dicho que Colombia tiene mejor tierra que gente.

SEMANA: Esa es una frase muy cruda. 

R. LL: No lo es. Colombia tiene una posición fantástica en el globo terráqueo. Pero la gente que vive ahí, precisamente porque vive en un lugar fantástico, no tiene que competir para vivir. Salen y se comen su plato de comida sin problema. Entonces la gente cree que la vida es para gozar. 

SEMANA: ¿Y si no es para gozarla, para qué es?

R. LL: No es para gozarla, es para pensar, que es una manera más sofisticada de gozar. Es decir, a mí me parece sumamente interesante que la gente quiera, como me decía un amigo, es “rumbear todo el tiempo”. ¡Qué cosa tan aburrida! No podemos pasárnosla de cha, cha, cha hasta la muerte. 

SEMANA: ¿Y usted por qué cree que queremos solo vivir para rumbear?

R. LL: Porque no hay educación. 

SEMANA: Se cumplen 20 años de esa Misión de Sabios que reunió a los más importantes intelectuales, incluido Gabriel García Márquez, del país a hablar de educación. ¿Qué balance tiene de ese esfuerzo? 

R. LL: Hicimos gran cantidad de libros, yo escribí uno que se llama El Reto. Llegamos a toda clase de conclusiones que nunca nadie leyó. Se habló de que se invirtiera en ciencia y tecnología por lo menos el 1 por ciento del PIB y que lo deseable era que fuera más. Hoy esa inversión no alcanza a ser ni el 1 por ciento que deseábamos en esa época. 

SEMANA: ¿Qué más siente que falta por hacer? 

R. LL: Primero hay que reconocer la importancia de la educación. Colombia no será nada hasta que no eduque su gente. El problema siempre ha sido que no se optimiza a los individuos, no se les da la posibilidad de llegar a lo mejor que pueden ser. Eso solo se logra con educación pues al fin y al cabo esta se trata simplemente de optimizar las capacidades cerebrales. ¿Cómo hacemos para optimizar? Hay que trabajar más porque la gente entienda, que la gente sepa algo. El saber es simplemente poder poner en contexto lo que uno sabe. 

SEMANA: Usted ha dicho que la educación es tan necesaria como el agua…

R. LL: Sí. La educación más que importante es esencial. Si no se le da al cerebro la capacidad de optimizar seremos individuos de segunda clase que no alcanzamos todo lo que podíamos ser. La ventaja de la educación es que si se hace bien mejora la calidad del individuo, por eso digo que es como el agua o una buena comida. 

SEMANA: ¿Cree que los niños y niñas colombianos tienen hoy un buen menú en ese sentido?

R. LL: El problema con los niños es que no los quieren, no los respetan y no les ponen atención. Los niños sí saben lo que quieren, pero esto es muy distinto a lo que les dan en la escuela. Entonces hay rebeldía intelectual, no aprenden, se jartan. Se requiere una postura diferente del sistema de educación que entienda que los niños son seres pensantes y sumamente inteligentes. Hay que saber qué es lo que les gusta, porque lo que les gusta es lo que saben hacer mejor. 

SEMANA: Si tuviera que hacer un diagnóstico de los problemas de la educación en Colombia, ¿cuáles serían sus conclusiones? 

R. LL: Para mí el problema es de la metodología y de la estructura de los profesores. Los profesores quieren tener una posición no de guía, sino de maestros en donde solamente ellos mandan. Son ellos quienes les dicen a los niños qué tienen que aprender y si pasan o no pasan. Así es imposible. No son instructores, sino personas que quieren tener poder, poder de rajar y de expulsar de la escuela. 

SEMANA: ¿Y la metodología?

R. LL: Es muy sencillo. Tiene que ver con los cursos y las cosas que se enseñan: geografía sin historia, matemáticas sin geografía. Se enseñan cosas por separado. ¿De dónde sale la geometría si no hay un contexto histórico? Lo único que importa es saberse las propiedades de los triángulos para obtener una nota. 

SEMANA: ¿Cómo debería ser entonces? 

R. LL: ¿Para qué sirven los triángulos? Por ejemplo, los mayas, los aztecas, los egipcios hicieron pirámides. Si las miramos encontramos que están preciosamente organizadas con respecto al universo. ¿Cómo hicieron para construir eso? Se requieren tres cosas: las líneas rectas, una piola y un peso. Nada más. Entonces para esas culturas la geometría era una herramienta para hacer agricultura. Cuando uno entiende así, todo es muy diferente. La escuela enseña la ubicación de los ríos, pero jamás explica la importancia del agua. Somos un baúl repleto de contenidos, pero vacío de contexto. De ahí nuestra dificultad para aplicar el conocimiento en la realidad. 


¿QUÉ HACER CON LA EDUCACIÓN?

Qué hacer con la educación: algunas ideas para comenzar
Boris Salazar
Recordar algunos conceptos fundadores de la modernidad, como la idea de educación de calidad para todos, es la propuesta estimulante y optimista que permite contextualizar el debate: la función misma de la educación en la sociedad, hoy enredada en una confusión nacida del propio Estado. Los jóvenes sí saben para dónde van.



Problema de todos
Qué hacer con la educación en Colombia no es un problema exclusivo ni de los estudiantes universitarios, ni de sus rectores, profesores o padres. Mucho menos de los expertos en educación o de los políticos a quienes tocó en suerte el trámite de un proyecto de ley en el Congreso. Tampoco es tema exclusivo de los asesores presidenciales, de los tecnócratas de Planeación o de los ministerios de Educación y de Hacienda. Es un problema de todos.
Este principio fundamental es uno de los aportes del sorprendente movimiento estudiantil que devolvió a los colombianos su olvidado ser colectivo y nos colocó a todos, después de tantos años de soportar un monólogo altisonante y estéril, ante la posibilidad de discutir en público, sin amenazas y sin armas, el papel de la educación en el futuro de Colombia.
Pero el que sea un problema de todos tiene unas consecuencias que aun no han sido tenidas en cuenta en el debate público. Por motivos coyunturales el debate público sobre cuál sería la mejor política educativa para Colombia llegó por la vía de la educación superior, dejando en el aire la idea de que mejorándola encontraríamos el camino hacia un mundo mejor. Pero no es así.
Con cartas marcadas
De muy poco servirán las reformas a la educación superior si toda la educación básica no es transformada al mismo tiempo. La desigualdad nacida en el preescolar, y consolidada en primaria y secundaria, no puede ser corregida en la universidad.
Por el contrario, la educación superior no hace más que confirmar y ampliar, hasta la perversión, lo que ya estaba marcado desde la infancia más temprana: los privilegiados serán más privilegiados y los menos favorecidos lo serán aun más. Es un juego con cartas marcadas, que todo el mundo juega como si fuera legítimo.
La discusión pública ha insistido en que la educación es un derecho fundamental. También lo establece la Constitución. Es una insistencia válida y necesaria. Pero no es suficiente. Mientras las condiciones que harían posible ese derecho no sean desplegadas en la discusión pública que empieza, y no se conviertan en política de Estado, y hagan parte de un proyecto nacional de largo plazo, el carácter de derecho fundamental de la educación terminará en letra muerta.
Igualdad
La idea básica es crear las condiciones que garanticen la igualdad en el acceso a la educación como un camino hacia una sociedad donde los privilegios heredados no determinen ni las oportunidades, ni el lugar, ni las realizaciones, ni el acceso de sus ciudadanos a una vida mejor.
La educación no puede borrar las diferencias reales en ingresos, capital social, acceso a la cultura y poder político, pero sí puede contribuir a desactivar las condiciones que reproducen la desigualdad, dándole a todos medios para cambiar la situación en la que se encuentran.
Por eso, la idea de la educación como un sistema integral basado en la interdependencia creciente entre sus partes, de acuerdo a unos objetivos acordados por todos, deviene inevitable cuando las preguntas por la igualdad, la educación y el futuro de las naciones regresan a la conversación pública. Condorcet lo planteó en forma insuperable hace más de dos siglos:
“Demostraremos cuán favorable sería para nuestras esperanzas un sistema de educación más universal, mediante la entrega a un número mayor de personas el conocimiento elemental que podría despertar su interés en un campo particular de estudio, y mediante la provisión de condiciones favorables a su progreso dentro de él; y cómo esas esperanzas se elevarán aun más, si más personas poseyeran los medios para dedicarse a esos estudios, pues en el presente aun en los países más instruidos, escasamente una de cada cincuenta personas con talentos naturales recibe la educación necesaria para desarrollarlos; y cómo, si esto fuera realizado, habría un crecimiento en el número de hombres destinados, por sus descubrimientos, a extender las fronteras de la ciencia.”
(…) “Estas distintas causas de la igualdad no actúan en forma aislada: se unen, se combinan y se apoyan unas a otras y, por eso, sus efectos acumulativos son más fuertes, más seguros y más constantes. Con una mayor igualdad en la educación habrá mayor igualdad en la industria y por tanto en la riqueza; la igualdad en la riqueza conduce necesariamente a la igualdad en la educación: la igualdad entre las naciones y la igualdad dentro de una nación individual son mutuamente dependientes.” (Condorcet, 1955) [1].
En el sistema imaginado por Condorcet, la educación desencadena la cooperación recursiva entre un conjunto de procesos que involucran todas las actividades sociales y económicas colectivas que conforman la riqueza de las naciones.
En su diseño la igualdad en la educación no es sólo un principio filosófico, o una exigencia ética, es también un concepto económico en su sentido más audazmente cuantitativo: entre más ciudadanos educados haya, mayor el número de oportunidades, mayor la creatividad individual y colectiva, mayor el número de invenciones, mayor la riqueza, mayor la igualdad en la educación, y mayor la riqueza de las naciones [2].
¿Por qué habrían de renunciar las sociedades a la capacidad creativa de millones de jóvenes, cuando su integración — mediante un sistema de educación universal— las haría más ricas, igualitarias y productivas? La propuesta igualitaria de Condorcet está fundamentada en una idea de lo colectivo que no se agota ni en la lógica del mercado ni en la de la centralización estatal.
Una idea que ha encontrado un desarrollo notable en la propuesta contemporánea del filósofo brasilero Roberto MangabeiraUnger:
“La responsabilidad fundamental de la educación en una democracia, ya se trate de países ricos o pobres, debe ser equipar al individuo para que actúe y piense ahora, en la situación existente, brindándole al mismo tiempo los medios para superar dicha situación. Cuestionar y corregir el contexto, incluso de manera gradual y reducida, no sólo es condición para que nuestros ideales e intereses se hagan realidad más plenamente; también es una expresión indispensable de nuestra humanidad como seres cuyos poderes de experiencia e iniciativa nunca se agotan en los mundos sociales y culturales en los que nos tocó nacer. La escuela debe ser la voz del futuro. Debe rescatar al niño de su familia, su clase, su cultura y su período histórico” (Mangabeira 2010, 76) [3].
Lo anterior implica cambios significativos en los arreglos económicos y sociales correspondientes. Al rescatar a niños y jóvenes de su pasado, cultura y familia, la igualdad interroga al sistema social y económico en lo más profundo. Los niños que acceden al mundo a través de la ciencia, del arte, de las matemáticas y del lenguaje ya no pueden aceptar arreglos sociales basados en el privilegio, la herencia, la corrupción y la desigualdad.
Los que inventan y crean sus propios mundos no aceptarán mundos basados en la dominación y el dinero. La emergencia de otros arreglos sociales y económicos se hará inevitable y la compatibilidad creciente entre ellos y la igualdad educativa contribuirá a la creación de una sociedad más diversa, justa y creativa.
Integralidad
Sólo un sistema integral de educación, con objetivos unificados de calidad y pertinencia, dentro de una política estatal de largo plazo, podría iniciar el camino hacia la igualdad en la educación.
En un sistema integral cualquier estudiante, formado en cualquiera de sus instituciones — públicas o privadas — debería estar en capacidad de acceder al nivel de escolaridad máximo que considere apropiado, y nunca detener su formación educativa, más allá de su procedencia social, económica, regional o étnica. Sólo las inevitables diferencias en talento, disciplina o habilidad podrían diferenciar su desempeño, pero nunca su acceso a los niveles más altos del sistema.
La integralidad supone un sistema educativo único donde los distintos niveles de escolaridad –desde el preescolar hasta el posgraduado y continuo— son interdependientes, responden a metas globales de desarrollo, aspiran a alcanzar niveles de calidad mundial, promueven la investigación y la creatividad desde el nivel más temprano, y garantizan una educación del más alto nivel para todos los que estén dispuestos a conseguirla.
Los distintos niveles educativos dejarán de ser entes separados, unidos sólo por lazos formales, para convertirse en componentes de un sistema que busca una educación de excelencia, basada en el acceso temprano al conocimiento científico, la investigación y el pensamiento crítico, con un alcance que cubra a todos los colombianos en edad de hacerlo, y llegue a todo el territorio nacional.
La interdependencia entre las partes del sistema integral no será formal. No se trata de inventar una serie de nuevas siglas y una burocracia más grande, sino de formular las bases para una interrelación sistémica entre sus componentes.
Si la meta es alcanzar, en veinte o treinta años, una educación de alta calidad, la interdependencia supone que los profesores e investigadores del más alto nivel enseñen, por períodos, en los niveles básicos del sistema, contribuyendo a la formación en ciencia e investigación desde la edad más temprana.
Supone también un currículo más flexible, que privilegie la capacidad analítica, la curiosidad científica, la creatividad, el auto examen y el pensamiento crítico sobre los afanes memorísticos y enciclopédicos predominantes en toda la educación colombiana, incluida la superior.
La interacción entre distintos saberes y disciplinas reemplazará la educación dirigida hacia los marcos estrechos de las profesiones. En el futuro todo usuario del sistema tendrá trayectorias laborales y educativas que se moverán a través de distintos campos y disciplinas, en procesos ininterrumpidos de aprendizaje y transformación.
Las experiencias de aprendizaje basado en investigación, y coordinadas por investigadores y pedagogos del más alto nivel, deberán reproducirse a todo largo y ancho del sistema, usando tecnologías virtuales y físicas. El objetivo es que todos los estudiantes del sistema, en todos sus niveles, tengan acceso al aprendizaje por problemas, basado en la enseñanza de la ciencia, y orientado hacia la creatividad y el pensamiento crítico y autónomo.
Para garantizar la integralidad del proceso los profesores de los niveles básicos tendrán acceso a una formación continua en los niveles superiores del sistema, creando una interacción permanente entre las actividades pedagógicas y las investigativas. Y los estudiantes más talentosos y creativos avanzarán más rápido hacia los niveles apropiados a su potencialidad.
En ese contexto, todos los docentes del sistema deberán tener al menos título de maestría, y seguir planes de educación continua durante toda su vida profesional. Lo que exigirá una inversión continua de gran magnitud en formación de personal docente para todo el sistema. Un objetivo razonable sería formar, por ejemplo, unos cien mil nuevos doctores y magíster en los próximos veinte años y transformar las facultades de educación y el estatus de la docencia como profesión.


EL ALUMNO Y EL MAESTRO EN LA ERA DIGITAL

¿Tipo de maestro...tipo de estudiante?
El artículo reflexiona sobre la educación hoy, en un mundo tecnológico y computarizado: ¿Qué hacer? ¿Cómo educar a los niños ante los avances de la tecnología?
Por: Luz Stella Uricoechea

Con el transcurrir de los años, hemos encontrado una serie de reflexiones (y esta no es una excepción) alrededor de la tarea del maestro, que casualmente se desligan de lo que se puede llamar también el “qué hacer” del estudiante. Maestros y estudiantes estamos inmersos en los cambios del mundo, acentuados los últimos años: crecimiento de la pobreza, recrudecimiento de la violencia urbana y rural, impacto de la modernización de las comunicaciones, predominio del mercado en la industria cultural, con todas las implicaciones propias de la ética individual. Ante esta avalancha de situaciones, ambos, maestros y estudiantes, debemos asumir una postura activa, crítica y participante. La educación hoy no acepta espectadores.
La necesidad de dominios científicos, culturales y espirituales que permitan comprender y transformar el mundo que vivimos extiende sus tentáculos y toca a unos y otros; sumados a la parálisis ideológica, la crisis de la imaginación y la participación han generado un sistema que destruye los medios propios de la creatividad, provocando una sobredosis de información, acompañada de una ausencia del sentido de lo humano.
Por lo anterior, hablar de la adquisición de conocimientos y de actitudes flexibles, abiertas para el “saber hacer”, nos hace pensar que el énfasis se pone no tanto sobre los contenidos como en el estilo y las formas del cómo se conoce. Es, de alguna manera, ver el proceso de aprender y de enseñar con otros ojos, lo que significa replantear la relación de las personas con la información y el conocimiento; superar viejos modelos de formación y pedagogía limitados a disciplinas rígidas y aisladas e inoperantes para formar sujetos capaces de vivir en una evolución constante de su saber– hacer. Desarrollar actitudes flexibles implica desarrollar también la capacidad de aceptar que existen otras formas de ver el mundo, de aproximarse a la realidad para comprenderla y, por tanto, de explorar el conocimiento de diferentes maneras y de forma permanente. Capacidad que se alcanza, en el plano del aprendizaje y en el espacio del maestro, cuando se conocen suficientemente los límites de las disciplinas; a su vez, la flexibilidad de las disciplinas se alcanza cuando sus objetos de estudio se conocen y se estudian, haciendo aproximaciones al conocimiento científico desde todos los niveles educativos (aproximación al conocimiento por parte del maestro) y adecuando, a través de metodologías y estrategias de aprendizaje, los caminos que llevan a ese conocimiento (aproximación al conocimiento por parte del estudiante). La educación hoy comprende que en el siglo XXI la híper especialización no cabe.
Por todos es bien sabido que la sociedad contemporánea se enfrenta a una época de cambios constantes y rápidos, producto de la revolución provocada por la “invasión de las nuevas tecnologías”; definir esa revolución es difícil (lo decía Toffler) pues estamos viviendo dentro de ellas. En este ámbito, como maestros ¿estamos preparados para vivir en un contexto determinado por los multimedios, o en el mundo de la inteligencia artificial? ¿Estamos preparando a nuestros estudiantes para ser lectores plurales de ese mundo?
En el ambiente más cercano de las tarjetas de crédito y débito, los videojuegos, los programas computacionales, la robótica, entre otros, realizamos un movimiento pendular entre lo local y lo global; a un lado tenemos el transbordador espacial y en el otro, la búsqueda de la identidad individual. Ese movimiento de un extremo a otro se vuelve cotidiano, de tal forma que si queremos sobrevivir en esos micro mundos debemos enfrentarlos y comprenderlos porque dichos sistemas de computación expertos y redes de información satelital nos enfrentan a otra forma de vida y, por tanto, a otra forma de aprendizaje que por tradición aceptábamos o que por formación repetíamos.
Si reconocemos que las tecnologías de la información juegan un papel importante en el desarrollo de nuevas formas de pensar, de aproximación y construcción del conocimiento, tendremos claro qué tipo de educación deseamos impulsar: una que trascienda los límites de la escolaridad, que dure toda la vida y que se centre en el desarrollo del individuo en todo su potencial. Del aprendizaje dirigido por el maestro se pasa al aprendizaje auto dirigido; de la transmisión al diálogo; del algoritmo de la repetición a la heurística de la autogestión.
“La competencia con que nos enfrentamos es tecnológica. Las invenciones de hoy son los productos del mañana. Quien no se encuentre en el grupo de cabeza de la investigación científica y tecnológica tendrá, a la larga, grandes dificultades para aguantar el ritmo de la innovación” (Eglau, Lucha de gigantes). Un maestro que comprenda los avances tecnológicos y cambie su postura frente al aporte que éstos hacen al proceso de aprendizaje, potencia la capacidad en sus estudiantes, de ver el mundo más allá de las relaciones estáticas y lineales de causa y efecto, para contemplarlo como un proceso en marcha, dinámico que se auto sustenta y del que constituimos la pieza central.
Si la labor del maestro se traduce en entender con responsabilidad el acto de permitir ser, de permitir hacer uso de, de permitir cultura en... Estamos frente a maestros capaces de enseñar y asumir la posibilidad que tienen sus estudiantes de tomar conciencia de su ser y su quehacer como seres humanos. Este maestro guarda un secreto: es consciente de que en el espacio educativo no existen los maestros, porque se hacen discípulos de sus estudiantes; ha ganado conciencia también del sí mismo.
En su proyecto de vida el maestro permite que otros trasciendan, busca la filosofía de la aceptación, del re-encuentro consigo mismo, reconoce que somos materia y cuerpo en condiciones de ser perfectibles. Reconoce sus límites y busca el diálogo; se inclina ante su discípulo cuando reconoce que su saber ha trascendido el propio; respeta la diferencia y la hace en cada uno de sus estudiantes, sin agotar la identidad.
En su proyecto personal trabaja diariamente consigo mismo; busca crecer con otros a través de la comunicación profunda y progresiva y se abre al trabajo grupal; asume creativa, comprometida y desapegadamente la diversidad. En ese proyecto se hace consciente de que en cada momento, actitud que asume, hecho que concreta, está siendo un ejemplo, un modelo de formas posibles de relación, expresión y producción para quien observa, participa o se encuentra involucrado en su accionar, modela el comportamiento de sus estudiantes y por tanto el suyo.
¿Dónde nace ese proyecto personal? En su lugar de acción, en donde percibe y recibe situaciones que lo desequilibran permitiendo la re-construcción del mundo que lo altera. Así es como aprende a desear y en ese estado de recuperación de su sensibilidad, unida a su capacidad de pensar, se desarrolla como ser humano. 
Su proyecto de vida se inicia y está lleno de intencionalidad porque lo entiende, lo piensa y le encuentra sentido a lo que hace y ese sentido lo comparte con otros. Presupone en el futuro, se apropia del presente para descubrir sus posibilidades y las transfiere en el tiempo. Como proyecto es un encuentro constante entre la realidad (que es reinterpretada) y la imaginación (que matiza las formas de concebir el mundo); es un encuentro con lo incierto y es allí donde potencia su capacidad de conocer para disminuir la incertidumbre. El proyecto de vida del maestro adquiere sentido en la realización de sus estudiantes, en su capacidad de poder saber-hacer.
A través de la palabra argumentada del maestro se inicia el camino hacia el conocimiento, la reflexión, la deliberación y la participación en el campo del saber del otro. El estudiante no está frente a un maestro corriente, aquel que domina - de forma inmodesta- el conocimiento aniquilando la visión del mundo de quien lo escucha o lee. Está frente a un maestro que se expone al deseo de aprender de sus estudiantes, al cuestionamiento ávido de argumentos que apacigüen ese deseo; que cede y accede al dominio del saber que emerge por la vía de la dialéctica y de la retórica. Esta iniciación al diálogo da lugar al conocimiento. Comprometer al otro en la búsqueda permanente del conocimiento es responsabilidad del maestro y allí es donde estriba el verdadero poder de su palabra.
Este maestro transformado desarrolla y posibilita momentos de creación y de invención; ofrece caminos para que sean recorridos utilizando la intuición; plantea retos que se convierten con el tiempo en fuente de cuestionamientos que fertilizan el núcleo problema-solución. Tiende a la formación de individuos capaces de conducir sus decisiones hacia la autorrealización, sin olvidar que forman parte de una sociedad ávida de aportes que solucionen problemas asertivamente.
La búsqueda del conocimiento constituye una herramienta multiplicadora de nuevos conocimientos permeables a la transformación, apropiados de valores y desprovistos de verdades absolutas.

* Directora Colegio Nuevo Gimnasio – Bogotá.
Mayo 15 2014