Hojitas pedagógicas 1
¿De dónde partimos en la construcción de un proceso
pedagógico?
Alfredo Ramos
Introducción
Este artículo
pretende realizar una reflexión sobre el punto de partida de un ejercicio pedagógico,
los prejuicios de la enseñanza tradicional y de la tecnología educativa al
encarar una experiencia de aula y sobre todo unas recomendaciones, que espero
sean debatidas por a comunidad educativa.
El vínculo educativo
El vínculo
educativo es el encuentro de dos discursos, el del estudiante y el del maestro.
Carlo Federici nos dice: “Se debe presuponer que el estudiante tiene, en algún
grado, un saber o un conocimiento del tema que el maestro quiere tratar, y por
lo tanto la interacción maestro estudiante se debe entender como el encuentro
de dos saberes o discursos, si se quiere de dos verdades, es decir un diálogo,
una interlocución o, mejor, como se verá, una continua interpretación entre los
portadores de la realidad educativa”.
Sin embargo en
el encuentro de los dos discursos el que le toca iniciar el diálogo es al
maestro y debe partir de la verdad del estudiante, “debe empezar a hablar de lo
que el estudiante ya sabe, para sirviéndose de todo lo que este aporta,
empujarlo más allá”, nos dice Federici.
El mismo autor
nos dice: “Es así como el maestro entra en consonancia con el discurso, con el
alma del estudiante, a través de las palabras de que este se sirve pero
haciendo que las mismas vayan modificándose en su significado”.
Pero, ¿qué
contiene el discurso del estudiante? Los
estudiantes tienen unos preconceptos, unas opiniones, un conjunto de
explicaciones incoherentes, inconexas y generalmente sin lógica. Gastón
Bachelard nos dice: “…la opinión, de derecho, jamás tiene razón. La opinión
piensa mal: no piensa, traduce necesidades en conocimientos. Al designar a los
objetos por su necesidad por su utilidad, ella se prohibe el conocerlos. Nada
puede fundarse sobre la opinión, ante todo es necesario destruirla”. Pero, a
pesar de lo anterior es necesario partir de esas opiniones o de esos
preconceptos, y si no nunca el estudiante podrá comprender sus errores, sus
vacíos, nunca dará un significado a sus conocimientos inconexos, etc. Bachelard
nos lo advierte: “El pensamiento empírico es claro, inmediato, cuando ha sido
bien montado el aparejo de las razones. Al volver sobre un pasado de errores,
se encuentra la verdad en un verdadero estado de arrepentimiento intelectual.
En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo
conocimientos mal adquiridos o superando aquello que en el espíritu mismo,
obstaculiza la espiritualización”.
El maestro que
ha realizado una interpretación del saber científico, que se denomina saber
disciplinar, pretende que sus palabras modifiquen el significado o las
opiniones de sus estudiantes y por lo tanto: “...el lenguaje del maestro debe
ser una continua interpelación al estudiante si se quiere que en este se
realice aquel proceso mediante el cual un cierto arreglo de los signos, y de
las significaciones ya disponibles se modifique, se metamorfosee, hasta llegar
a una significación nueva y establecer así en el espíritu del estudiante, como
un instrumento en adelante, disponible: el discurso del maestro”.
Sin embargo, la
tradición nos dice otra cosa, Bachelard nos dice al respecto en esta larga
cita: “En la educación, la noción de obstáculo pedagógico es igualmente
desconocida. Frecuentemente me ha chocado el hecho de que los profesores de
ciencias, aún más que los otros si cabe, no comprendan que no se comprenda. Son
pocos numerosos los que han sondeado la psicología del error, de la ignorancia,
de la irreflexión”. Y más adelante nos dice: “Los profesores de ciencias se
imaginan que el espíritu comienza como una lección, que siempre puede rehacerse
una cultura perezosa repitiendo una clase, que puede hacerse comprender una
demostración repitiendo punto por punto. No han reflexionado sobre el hecho de
que el adolescente llega al curso de física con conocimientos empíricos ya
constituidos; no se trata, pues, de adquirir una cultura experimental, sino de
cambiar una cultura experimental, de derribar los obstáculos amontonados por la
vida cotidiana”.
La pregunta
sería: ¿Cómo lograr la movilización del estudiante?, ¿cómo transforma el
universo de las opiniones o del pensamiento empírico en un nivel de
significación superior, más lógico, más racional, más científico, si se
quiere?. La respuesta comienza diciendo que esto es posible si el estudiante
descubre que sus opiniones, sus conocimientos inconexos o su apreciación de la
realidad no resuelven efectivamente la explicación a un fenómeno social o
natural, es decir no resuelve preguntas claves establecidas por el maestro. Las
preguntas se convierten así en una fuerza que motiva en la búsqueda de una
movilización del pensamiento, en donde se
descubre que nos falta elementos para obtener una respuesta y eso obliga
al estudiante a utilizar los textos o busca la compañía del maestro para
empezar a construir su respuesta.
En este sentido
las clases no escapan a la manera en que se construye el conocimiento
científico, el ejercicio es similar; Bachelard nos dice: “Y dígase lo que se
quiera, en la vida científica los problemas no se plantean por si mismos. Es
precisamente este sentido del problema el que sindica el verdadero espíritu
científico. Para un espíritu científico todo conocimiento es una respuesta a
una pregunta. Si no hubo pregunta, no puede haber conocimiento científico. Nada
es espontáneo. Nada está dado. Todo se construye”.
En este sentido
los maestros deben actuar como actuaría un científico, tratando que sus
estudiantes resuelvan preguntas o problemáticas, y miren si su arsenal de saber
les alcanza para hacerlo, y como naturalmente no pueden, incitarlos a buscar
una respuesta que les permita darle un nuevo significado a la realidad. Al
mismo tiempo, los maestros deben actuar de acuerdo a lo que ha sido la historia
del desarrollo de su disciplina. Federici nos dice al respecto: “ En efecto las
transformaciones que se realizan en el sistema de significaciones del
estudiante, inducidas por las interpelaciones del maestro, deben, de cierta
manera, repetir las transformaciones que en algún momento se dieron en la
historia de una idea, de un concepto, de una disciplina, de una teoría, y que
surgieron precisamente, por las interpelaciones entre científicos, entre sus
discursos, o también, por auto interpelaciones en un científico y que jalonan,
justamente, la historia de una idea, de un concepto, de una disciplina, de una
teoría”.
El maestro debe
hablar en su discurso, no de los resultados de una ciencia, se trata más bien
que se revivan los procesos de
descubrimiento o de invención. Federico nos dice esta bella frase: “Si se logra
lo anterior, en los diferentes grados del proceso educativo se logrará
simultáneamente, que la ciencia haga cuerpo en la cultura (que es la manera de
vivir y no de vegetar de una comunidad) y que no sea un injerto que despierte
una actitud mágica o de rechazo; negativa en ambos casos en relación al proceso
de constitución y conservación de la comunidad”.
Lo que se trata
entonces, es que el estudiante se apropie de los procesos, de los conceptos, de
los argumentos y razones que permitieron la construcción de un conocimiento y
no simplemente de los resultados de la disciplina, y que por lo tanto hay que
memorizar para responderle a la exigencia del maestro.