REFLEXIONES PEDAGÓGICAS

2 jun 2014

LA INTERACCIÓN Y LA PREGUNTA EN EL PROCESO EDUCATIVO

Hojitas pedagógicas 1
¿De dónde partimos en la construcción de un proceso pedagógico?
Alfredo Ramos


Introducción
Este artículo pretende realizar una reflexión sobre el punto de partida de un ejercicio pedagógico, los prejuicios de la enseñanza tradicional y de la tecnología educativa al encarar una experiencia de aula y sobre todo unas recomendaciones, que espero sean debatidas por a comunidad educativa.

El vínculo educativo
El vínculo educativo es el encuentro de dos discursos, el del estudiante y el del maestro. Carlo Federici nos dice: “Se debe presuponer que el estudiante tiene, en algún grado, un saber o un conocimiento del tema que el maestro quiere tratar, y por lo tanto la interacción maestro estudiante se debe entender como el encuentro de dos saberes o discursos, si se quiere de dos verdades, es decir un diálogo, una interlocución o, mejor, como se verá, una continua interpretación entre los portadores de la realidad educativa”.
Sin embargo en el encuentro de los dos discursos el que le toca iniciar el diálogo es al maestro y debe partir de la verdad del estudiante, “debe empezar a hablar de lo que el estudiante ya sabe, para sirviéndose de todo lo que este aporta, empujarlo más allá”, nos dice Federici.
El mismo autor nos dice: “Es así como el maestro entra en consonancia con el discurso, con el alma del estudiante, a través de las palabras de que este se sirve pero haciendo que las mismas vayan modificándose en su significado”.
Pero, ¿qué contiene el discurso del estudiante?  Los estudiantes tienen unos preconceptos, unas opiniones, un conjunto de explicaciones incoherentes, inconexas y generalmente sin lógica. Gastón Bachelard nos dice: “…la opinión, de derecho, jamás tiene razón. La opinión piensa mal: no piensa, traduce necesidades en conocimientos. Al designar a los objetos por su necesidad por su utilidad, ella se prohibe el conocerlos. Nada puede fundarse sobre la opinión, ante todo es necesario destruirla”. Pero, a pesar de lo anterior es necesario partir de esas opiniones o de esos preconceptos, y si no nunca el estudiante podrá comprender sus errores, sus vacíos, nunca dará un significado a sus conocimientos inconexos, etc. Bachelard nos lo advierte: “El pensamiento empírico es claro, inmediato, cuando ha sido bien montado el aparejo de las razones. Al volver sobre un pasado de errores, se encuentra la verdad en un verdadero estado de arrepentimiento intelectual. En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que en el espíritu mismo, obstaculiza la espiritualización”.
El maestro que ha realizado una interpretación del saber científico, que se denomina saber disciplinar, pretende que sus palabras modifiquen el significado o las opiniones de sus estudiantes y por lo tanto: “...el lenguaje del maestro debe ser una continua interpelación al estudiante si se quiere que en este se realice aquel proceso mediante el cual un cierto arreglo de los signos, y de las significaciones ya disponibles se modifique, se metamorfosee, hasta llegar a una significación nueva y establecer así en el espíritu del estudiante, como un instrumento en adelante, disponible: el discurso del maestro”.
Sin embargo, la tradición nos dice otra cosa, Bachelard nos dice al respecto en esta larga cita: “En la educación, la noción de obstáculo pedagógico es igualmente desconocida. Frecuentemente me ha chocado el hecho de que los profesores de ciencias, aún más que los otros si cabe, no comprendan que no se comprenda. Son pocos numerosos los que han sondeado la psicología del error, de la ignorancia, de la irreflexión”. Y más adelante nos dice: “Los profesores de ciencias se imaginan que el espíritu comienza como una lección, que siempre puede rehacerse una cultura perezosa repitiendo una clase, que puede hacerse comprender una demostración repitiendo punto por punto. No han reflexionado sobre el hecho de que el adolescente llega al curso de física con conocimientos empíricos ya constituidos; no se trata, pues, de adquirir una cultura experimental, sino de cambiar una cultura experimental, de derribar los obstáculos amontonados por la vida cotidiana”.
La pregunta sería: ¿Cómo lograr la movilización del estudiante?, ¿cómo transforma el universo de las opiniones o del pensamiento empírico en un nivel de significación superior, más lógico, más racional, más científico, si se quiere?. La respuesta comienza diciendo que esto es posible si el estudiante descubre que sus opiniones, sus conocimientos inconexos o su apreciación de la realidad no resuelven efectivamente la explicación a un fenómeno social o natural, es decir no resuelve preguntas claves establecidas por el maestro. Las preguntas se convierten así en una fuerza que motiva en la búsqueda de una movilización del pensamiento, en donde se  descubre que nos falta elementos para obtener una respuesta y eso obliga al estudiante a utilizar los textos o busca la compañía del maestro para empezar a construir su respuesta.
En este sentido las clases no escapan a la manera en que se construye el conocimiento científico, el ejercicio es similar; Bachelard nos dice: “Y dígase lo que se quiera, en la vida científica los problemas no se plantean por si mismos. Es precisamente este sentido del problema el que sindica el verdadero espíritu científico. Para un espíritu científico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta. Si no hubo pregunta, no puede haber conocimiento científico. Nada es espontáneo. Nada está dado. Todo se construye”.
En este sentido los maestros deben actuar como actuaría un científico, tratando que sus estudiantes resuelvan preguntas o problemáticas, y miren si su arsenal de saber les alcanza para hacerlo, y como naturalmente no pueden, incitarlos a buscar una respuesta que les permita darle un nuevo significado a la realidad. Al mismo tiempo, los maestros deben actuar de acuerdo a lo que ha sido la historia del desarrollo de su disciplina. Federici nos dice al respecto: “ En efecto las transformaciones que se realizan en el sistema de significaciones del estudiante, inducidas por las interpelaciones del maestro, deben, de cierta manera, repetir las transformaciones que en algún momento se dieron en la historia de una idea, de un concepto, de una disciplina, de una teoría, y que surgieron precisamente, por las interpelaciones entre científicos, entre sus discursos, o también, por auto interpelaciones en un científico y que jalonan, justamente, la historia de una idea, de un concepto, de una disciplina, de una teoría”.
El maestro debe hablar en su discurso, no de los resultados de una ciencia, se trata más bien que  se revivan los procesos de descubrimiento o de invención. Federico nos dice esta bella frase: “Si se logra lo anterior, en los diferentes grados del proceso educativo se logrará simultáneamente, que la ciencia haga cuerpo en la cultura (que es la manera de vivir y no de vegetar de una comunidad) y que no sea un injerto que despierte una actitud mágica o de rechazo; negativa en ambos casos en relación al proceso de constitución y conservación de la comunidad”.
Lo que se trata entonces, es que el estudiante se apropie de los procesos, de los conceptos, de los argumentos y razones que permitieron la construcción de un conocimiento y no simplemente de los resultados de la disciplina, y que por lo tanto hay que memorizar para responderle a la exigencia del maestro.
 1.Bachelard, Gaston . La formación del espíritu científico. Capítulo I.